– ¡Peñuelas del sur contra Peñuelas del norte!
– Pero Eli vive en la glorieta de Santa Mari… -protesta uno de los chavales.
Una condescendiente mirada basta para censurar el comentario. El griterío infantil atruena cuando corremos a la valla para ver pasar el tren. “El tren solo viene cuando gritamos muy fuerte a la vez, está claro”, concluye Soplillo. Dicen que van a hacer una pista de patinaje para que jueguen los mayores y quitar a los drogatas de la estación. Del parque blanco a la Arganzuela, que hoy es el cumple de Tere. Un helado, los regalos y a correr. ¡No chupes de la fuente que beben los perros! Román me debe una bolsa de canicas pero dice que va a venir su hermano a pagármelas; yo no tengo miedo porque si me hace algo voy a la peluquería de su madre a chivarme. Podemos subir al castillo y a última hora a ver el tren de la bruja esperando a que vengan los padres. En Gama agotamos la tarde jugando al balón por equipos.
– ¡A cenaaar!
Retumba en los bloques la voz de mi madre, que siempre es la primera en llamar. Resorte inmediato en el que olvido incluso la camiseta que hace las veces de poste. El lavabo ennegrece al son de la cantinela de Marisa: “mira como vienes, sudando como un pollo, ¿pero dónde has estado? Te voy a meter a la lavadora con la ropa puesta”. Sonrío oyendo las empanadillas crepitar en la sartén. Protestar antes de la ducha es obligación, pero una vez en la cama caigo rendido.
Recuerdos de batallas inacabables marcadas por las prisas y el polvo del parque en verano, siempre a la carrera, cruzan mi mente mientras lentamente vuelvo a casa por el pasillo verde.
Comentarios
Aún no hay comentarios.